A pocas semanas de su llegada oficial, el nuevo Call of Duty: Black Ops 7 enfrenta varios tropiezos. Su beta no convenció del todo, los jugadores la califican como repetitiva, y las últimas decisiones en torno a Game Pass aumentan las dudas sobre el impacto comercial que tendrá el juego

La beta abierta del nuevo Call of Duty, disponible entre el 2 y el 8 de octubre, dejó sensaciones encontradas dentro de la comunidad. Si bien muchos esperaban que fuera un primer gran paso hacia el regreso de una de las sagas más queridas, la respuesta fue mucho más fría de lo previsto. Las cifras de participación estuvieron por debajo de lo esperado e incluso por debajo de las registradas por la beta de Battlefield 6, algo que despertó cierta preocupación entre los fanáticos.
A esto se sumaron diversos inconvenientes técnicos durante las primeras horas. Miles de jugadores reportaron errores de conexión, caídas del servidor y problemas para acceder al cliente de prueba. Activision reconoció los fallos y lanzó una actualización para corregirlos, aunque el daño en la percepción inicial ya estaba hecho. En cuanto a la experiencia jugable, las impresiones generales apuntan a que el juego se siente demasiado familiar. A pesar de incorporar un nuevo sistema de movimiento más libre y frenético, la sensación general es que Black Ops 7 repite la misma fórmula de los últimos años sin aportar una verdadera evolución. Los cuatro mapas disponibles en la beta —The Forge, Cortex, Exposure e Imprint— resultaron funcionales, pero pocos jugadores destacaron alguno como especialmente memorable.

El nuevo modo Overload, que propone una dinámica similar a “Capturar la bandera”, fue recibido con curiosidad, aunque sin demasiado entusiasmo. Muchos coincidieron en que, pese a su ritmo rápido, no ofrece una diferencia real respecto a los modos clásicos como Team Deathmatch o Hardpoint.
El modo Zombies, por su parte, tampoco logró sorprender. La versión incluida en la beta, ambientada en el mapa Vandorn Farm, mantuvo la estructura tradicional del modo supervivencia, con mejoras, armas ocultas y oleadas de enemigos cada vez más desafiantes. Sin embargo, la mayoría de los jugadores sintió que no hay grandes novedades y que la propuesta se apoya demasiado en lo ya conocido.
En paralelo, del lado comercial, Microsoft habría dejado de percibir más de 300 millones de dólares en ventas directas al incluir Call of Duty en Game Pass. La decisión busca potenciar su servicio de suscripción, pero al mismo tiempo genera dudas sobre el efecto que tendrá en las ventas iniciales del juego. Además, tras el aumento de precio del Game Pass Ultimate, se eliminaron los descuentos en complementos y se confirmó que los nuevos lanzamientos de la saga no formarán parte del plan Premium, sino solo del nivel más caro del servicio.

Con este escenario, Black Ops 7 se enfrenta a un desafío mayor del habitual. Por un lado, la saga sigue contando con una base de jugadores inmensa y con el respaldo de una marca icónica. Pero por otro, la beta dejó en evidencia un desgaste que preocupa a parte de la comunidad. Con 18 mapas previstos para el lanzamiento, una campaña cooperativa y un modo Zombies ampliado, todavía hay margen para revertir la situación antes del 14 de noviembre.
El objetivo será recuperar la confianza, pulir detalles y demostrar que Call of Duty aún tiene la capacidad de reinventarse sin perder su esencia. El mes que viene será clave para saber si la saga logra recobrar su fuerza… o si empieza a mostrar signos de agotamiento.