La sexta entrega de la saga de terror llega a los cines este 16 de mayo. Con nuevo equipo creativo y un tono más moderno, Bloodlines busca revivir una franquicia marcada por la paranoia y las muertes imposibles.
Final Destination: Bloodlines reveló su primer póster oficial, encendiendo la cuenta regresiva para una nueva entrega cargada de tensión, ironía y fatalidad. La franquicia regresa con una historia que promete expandir el mito detrás de la muerte.
Final Destination está de vuelta, y esta vez con sangre nueva. La sexta película de la saga, titulada Bloodlines, llega a los cines el 16 de mayo con una propuesta que combina lo clásico con una mirada renovada. El reciente lanzamiento de su póster oficial dejó en claro que la estética sigue siendo protagonista: la verticalidad, el vértigo y lo inevitable vuelven a ocupar el centro de la escena. La muerte, como siempre, no se detiene… sólo se reinventa.
La dirección está en manos de Zach Lipovsky y Adam B. Stein, quienes ya demostraron en Freaks (2018) su habilidad para construir tensión desde lo cotidiano. La producción corre por cuenta de Jon Watts (Spider-Man: No Way Home), lo que sugiere un equilibrio entre espectacularidad visual y narración ágil. Esta nueva entrega no es un reinicio, sino una historia que amplía el universo ya conocido, con un enfoque más narrativo y menos episódico, pero sin perder el componente clave: la sensación constante de que todo puede convertirse en una trampa mortal.
En esta nueva entrega, la historia sigue a Stefani, una joven de 18 años que comienza a tener sueños extraños relacionados con un accidente ocurrido décadas atrás en una torre. A medida que investiga, descubre que su abuela fue la única que sobrevivió a ese desastre y que, desde entonces, otras personas conectadas al hecho empezaron a morir en accidentes extraños.
Con el paso de los días, Stefani se da cuenta de que esa cadena de muertes no terminó y que ahora el destino apunta a las nuevas generaciones. Mientras trata de entender qué está pasando, deberá enfrentarse a una fuerza que no deja cabos sueltos y que siempre vuelve a buscar lo que quedó pendiente.
¿Puede Bloodlines renovar el interés por una franquicia que supo marcar época?
La pregunta no es menor: si bien las muertes creativas y la tensión acumulativa siguen siendo el sello de la saga, el desafío actual pasa por captar a una audiencia acostumbrada a otro tipo de terror. En tiempos donde el género se expande hacia lo psicológico, lo atmosférico o lo metafórico, Final Destination apuesta por el espectáculo puro… pero con un tono más autoconsciente.
La saga, iniciada en 2000, se convirtió en un fenómeno por su premisa simple pero efectiva: nadie escapa al destino. Cada entrega jugó con miedos cotidianos y escenarios absurdamente letales, generando un tipo de tensión muy particular: una mezcla de morbo, adrenalina y humor negro. Bloodlines parece entender ese legado, y el nuevo equipo creativo promete mantener esa energía con un giro más estilizado.
Con un póster que ya sugiere caída libre —literal y narrativa— y un estreno cada vez más cercano, Final Destination: Bloodlines llega para recordarnos que, en este universo, la muerte siempre tiene la última palabra.