El primer adelanto de Mountainhead ya está entre nosotros. Steve Carell lidera esta historia escrita y dirigida por Jesse Armstrong, que vuelve a explorar el universo tóxico de los ricos y poderosos, esta vez desde una mirada aún más surreal.
Después de cerrar una de las series más influyentes de los últimos años, Jesse Armstrong regresa con un nuevo proyecto que vuelve a apuntar directo al corazón de las élites. Mountainhead es su primera película tras el fenómeno de Succession, y ya desde su teaser se adivina el tono: humor negro, diálogos afilados y una galería de personajes tan rotos como ricos. Esta vez el foco está en un gurú empresarial que se encierra en su propio retiro espiritual para perder lentamente la cabeza.
El protagonista es Steve Carell, en un registro que combina la ternura torpe de The Office con el desconcierto oscuro que ya mostró en Foxcatcher. Aquí interpreta a un magnate con delirios de grandeza y ansiedad endémica, rodeado de un equipo que solo sabe decirle que sí. Completan el elenco Jason Schwartzman, Domhnall Gleeson y Sarah Snook, todos envueltos en una atmósfera absurda.
La historia se desarrolla en una especie de retiro de alta montaña, donde el protagonista se aísla para “redefinir el futuro del pensamiento empresarial”, pero lo que empieza como un experimento de innovación pronto se convierte en una espiral de paranoia, culpa y caos corporativo. Armstrong se vale de ese escenario cerrado —casi teatral— para desplegar un humor incómodo, con escenas que parecen inofensivas hasta que se vuelven brutales.
¿Qué pasa cuando alguien tiene tanto poder que ya no puede confiar ni en sus propios pensamientos?
Mountainhead se formula esa pregunta sin ofrecer respuestas claras, solo capas de ironía. La película no busca empatía, sino incomodidad: se ríe del vacío existencial que aparece cuando se llega al tope de la pirámide y no queda nada arriba. Es un estudio sobre la desconexión emocional de quienes lo tienen todo y, aun así, se sienten perseguidos por un enemigo invisible: ellos mismos.
Visualmente, la película apuesta a una estética fría y cuidada: arquitectura de diseño, paisajes inmaculados, empleados vestidos como monjes, y silencios que pesan más que cualquier grito. Todo funciona como una puesta en escena del autoengaño. Y en el centro de esa escenografía está Carell, entregado por completo a un personaje que no para de desbordarse con una sonrisa congelada en la cara.
Mountainhead se perfila como una de las películas más provocadoras de 2025. Armstrong no hace concesiones: su visión del mundo sigue siendo cáustica, brillante y profundamente humana aunque lo humano, en su cine, está siempre al borde del colapso.