Reseña DOOM: The Dark Ages, el nuevo juego de id Software con toques medievales

La última entrega de esta saga de shooters tan icónica presenta muchos cambios con respecto a DOOM Eternal, pero ¿Habrá sido suficiente para sobrepasarlo?

DOOM: The Dark Ages es el último juego desarrollado por id Software que sirve como precuela del DOOM de 2016 y que rellena los huecos narrativos que quedaban entre DOOM 64 y dicho juego lanzado en 2016. Esta nueva entrega transporta al jugador a una época en la que el protagonista, el Doom Slayer, era usado como arma por los Maykr, los enemigos similares a ángeles contra los que luchamos en Eternal, para ayudar a la facción que pelea contra los demonios siempre que a ellos les sirva usar la fuerza imparable que representa el Slayer para su beneficio personal. El juego inicia en medio del conflicto principal y nos va revelando a los personajes que llevarán adelante la trama con el pasar de las misiones, a la par que nos presenta a los villanos y sus planes.

Aspectos relevantes a tener en cuenta

Para todos aquellos que jugaron las entregas anteriores, este juego presenta algunos cambios sustanciales que hacen que la experiencia sea distinta, pero no puntualmente mejor o peor que dichos juegos, sino diferente y con su propia esencia. DOOM: The Dark Ages posee una estructura de niveles similar a Eternal respecto a los coleccionables y actividades secundarias disponibles en cada escenario; sin embargo, los capítulos del nuevo juego presentan arenas y mapas mucho más grandes y con más enfrentamientos que sus antecesores, lo que hace resaltar en mayor medida todas las cualidades del sistema de combate. Además, esta nueva entrega tiene la mayor cantidad de niveles de los últimos tres juegos, concretamente 22, a diferencia de los 13 de Eternal y del juego de 2016.

Es el juego más fácil de esta trilogía debido a su enfoque más pausado y estratégico, sin perder su alma de shooter frenético ni llegar a ser lento, y al peso que tiene cada acción que el jugador toma, hablando en el sentido literal de la palabra, ya que los disparos de cualquier arma o incluso los golpes del protagonista jamás se sintieron tan contundentes ni fuertes como en este juego. Además, la dificultad también se ve alterada gracias a que esta experiencia no requiere de la precisión de Eternal en sus combates, sino de un buen timing con las nuevas funciones, tanto del escudo como del reconocimiento de los patrones de ataque enemigos.

Es importante destacar que algunos enemigos vieron tanto su aspecto como su comportamiento alterados con respecto a Eternal, haciendo que algunos de los rivales más sencillos en el anterior juego representen una mayor amenaza en este y viceversa, así como que ahora la manera de lidiar con ellos es distinta y requiere de un aprendizaje diferente al visto en el videojuego de 2020.

The Dark Ages es un juego más centrado en la historia que los anteriores y con una carga de cinemáticas mucho mayor para poder encargarse de cerrar los huecos argumentales que se propone terminar como es debido y para suplir la ausencia de objetos del lore que había en anteriores entregas.

Para finalizar esta sección, me gustaría puntualizar algunos fallos técnicos del juego, como varios errores con el sonido (desincronizaciones y sonidos superpuestos) en casi toda la experiencia, que no resultaban muy molestos salvo uno puntual que experimenté en los niveles 6, 12 y 22, que tienen que ver con un objeto movible del escenario que no paraba de hacer un ruido insoportable a menos que me alejara una distancia considerable. Además, hubo algunos errores y bugs que hicieron que tuviera que reiniciar desde el último punto de control, ya sea por puertas que no abrían o enemigos que me tiraban del mapa, un problema con el título del capítulo 10 que estaba mal cortado, o enemigos bugeándose dentro de ciertas cinemáticas, que no hacían más que distraerme y no permitirme ver bien lo que se me estaba mostrando.

Lo mejor del juego

Como recalqué anteriormente, el nuevo enfoque que le quiso dar id Software a esta entrega es distinto al de las anteriores, pero no por eso peor. En varias entrevistas hechas a algunos de los desarrolladores, estos marcaron que la ruta que seguiría The Dark Ages era una más pausada en la que el Slayer se sintiera como un tanque que ataca más lento, pero de manera más explosiva y, para agrado de muchos, lo explosivo del combate sí se nota, pero no tanto lo lento. Y es que, a pesar de no ser tan rápido como Eternal, el nuevo juego de DOOM no se queda muy atrás y brinda al jugador las herramientas necesarias para conseguir jugadas casi igual de veloces que su anterior entrega e incluso más satisfactorias gracias a lo potentes que se sienten las nuevas armas. Y, justamente hablando de dichas armas, en este juego cada una cumple su función de una gran manera gracias a las mejoras que poseen, con las que se pueden experimentar distintas jugadas. Si bien pueden no resultar tan variadas unas de otras en algunas secciones para los jugadores más exigentes, son agregados bienvenidos a la saga y que no dejan de ser divertidas de usar y combinar para resolver los enfrentamientos de la manera más satisfactoria posible. Y lo mejor: la superescopeta tiene una de sus variantes más destructivas y ROTAS de toda la saga y, sin dudas, una de las mejores de esta trilogía.

En cuanto a los niveles, pese a ser más largos que en 2016 y Eternal y tener casi el doble, en ningún momento se sienten alargados artificialmente; todo lo contrario, poseen excelentes diseños que se adecúan al estilo menos vertical de este juego de manera espectacular. Además, cuentan con un apartado artístico sublime y coherente con respecto a anteriores entregas y que tiene poco que envidiarle a otros juegos. Las peleas que hay en ellos son variadas y frenéticas a más no poder y, sobre todo, le aportan un muy buen ritmo a cada capítulo por lo bien ubicadas que están, lo que hace que no queramos soltar el control ni por un segundo. Además, como ya es costumbre en esta saga, cada nivel nos invita a desviarnos de la ruta principal para completar objetivos secundarios que nos otorgan mejoras tanto para el Slayer como para sus armas, que hacen que valga la pena investigar y que, sobre todo, respetan el tiempo del jugador.

Algunas de las nuevas mecánicas también suman mucho a la variedad de herramientas de las que disponemos para cada enfrentamiento. Cosas como la nueva función para correr o todas las habilidades con el escudo pueden ser aprovechadas para dar al jugador una ventaja sustancial en cualquier escenario y poner la pelea a su favor.

Otro aspecto que considero relevante y que en este caso siento que benefició al juego es la falta de un modo online, como lo tenían el DOOM de 2016 y Eternal, ya que, pese a no hacerlos peores juegos, no sumaban gran cosa a la experiencia general, morían rápidamente luego del lanzamiento de dichos juegos y la falta de su inclusión en The Dark Ages permitió a los desarrolladores tener más tiempo para la creación de nuevas mecánicas, niveles y novedades que tiene el juego base.

Lo peor del juego

Aunque considere que The Dark Ages es una muy buena entrega, no está exenta de fallos o cosas mejorables, incluso alguna de sus decisiones creativas representan un paso atrás con respecto a Eternal.

Una de las mayores decepciones que me llevé fue la inclusión de las secciones en las que controlamos al dragón del Slayer o al titán metálico Atlan que, gracias a los trailers, daban la sensación de que serían niveles enormes en los que explorar distintas zonas y que podríamos controlar a nuestro gusto dichos medios de transporte mientras peleábamos con demonios de todo tipo. Por desgracia, estas secciones representan una porción minúscula del juego y no suman demasiado a la experiencia; se sienten más como una excusa para añadir una variedad casi nula y vacía de contenido al gameplay, que solo sirve como método de transporte entre arenas para el Slayer y que se resumen en caminar por pasillos rectos mientras tocamos una y otra vez los mismos dos botones.

Otra de las partes flojas del título es una de las que el material promocional más se encargó de mostrar: su historia, que, pese a tener algún que otro momento interesante, no es el punto fuerte del juego. Como el Slayer es un protagonista mudo, los personajes secundarios son los encargados de llevar adelante la historia, pero su vago desarrollo y explicación de sus motivaciones, la falta de conexión y desarrollo de sucesos entre cinemáticas, el poco apego que se genera con dichos personajes y la falta de sensación de que está sucediendo algo relevante para el universo del juego por cómo se resuelven los conflictos, y que tampoco ayuda mucho el hecho de comenzar el primer nivel con la guerra ya en desarrollo, hace que una de las principales fortalezas del juego, según sus trailers, termine siendo una simple excusa para mover al protagonista entre los distintos niveles.

Un aspecto de este juego que hizo enojar mucho a los fanáticos es la menor, aunque no mala, calidad de su soundtrack, que ya no se encuentra compuesto por Mick Gordon, encargado de la banda sonora de 2016 y Eternal, debido a problemas con el estudio id Software, que terminó optando por elegir a alguien más para crear el OST de The Dark Ages. Tristemente, no está al nivel de sus antecesores.

En cuanto al gameplay, si bien está muy bien pulido, tiene algunas decisiones de diseño un poco extrañas y que, para algunos, pueden resultar peores que en Eternal. Aunque el escudo y sus funciones son un buen añadido al juego, durante toda la duración del mismo noté que la ventana de activación del parry y su rango efectivo no están del todo claros, cosa que generó situaciones en las que me salvaba de milagro sin saber muy bien por qué u otras en las que sentía que claramente había bloqueado correctamente, pero no. La ausencia de las glory kills, o mejor dicho su inusual forma de activación, por lo menos en su forma clásica presentada en 2016 y mejorada en Eternal, resulta extraña, más que nada teniendo en cuenta la adición del escudo sierra, que hubiera dado muchísimas posibilidades para nuevas animaciones de la mano de esta mecánica. Algo que también sentí como un paso atrás fue el balance en la dificultad, que, al jugar en la misma que su anterior entrega (Ultraviolencia en mi caso), noté que algunas cosas, como los multiplicadores de daño propio o el de los enemigos, se sentían distintos y el juego casi que obliga al jugador a retocar algunas configuraciones de accesibilidad en cuanto a la dificultad para obtener una experiencia que se acerque más a lo que cada uno busca.

Por último, eché en falta la variedad de cosméticos que poseía Eternal que, si bien no le restan mucho a The Dark Ages, sí siento que fue peor que en su última entrega y que representa una oportunidad desaprovechada, por lo menos por el momento, debido a que, incluso después de terminar la campaña, todavía no poseía nuevas skins para el dragón ni para el Atlan.

Conclusión

DOOM: The Dark Ages no llega a los niveles de Eternal en cuanto a lore, escenarios o variedad en su gameplay; sin embargo, es un excelente juego que recomiendo a todos los amantes de los shooters y de la saga. No es, ni de lejos, lo malo ni decepcionante que algunos usuarios describen; es simplemente distinto a anteriores entregas, cosa que la saga ya estaba acostumbrada a hacer con juegos como DOOM 3, siendo más survival horror, o DOOM 2016, brindando un aire fresco a la franquicia. Es una gran entrega cargada de batallas frenéticas a más no poder y que contiene todo tipo de momentos brutales por los que esta serie es conocida.

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