Netflix apostó fuerte y ganó: El Eternauta emociona, impacta y nos recuerda que ante la adversidad nadie se salva solo.

Hay obras que no se adaptan: se respetan, se sienten, se defienden. Y si alguien iba a animarse a adaptar “El Eternauta”, tenía que hacerlo con la sensibilidad a flor de piel y una brújula moral bien calibrada. Porque no es solo un cómic, es una herida abierta en nuestra historia, una advertencia, una marcha congelada en la nieve de una Buenos Aires invadida por fuerzas que no comprendemos bien. Netflix lo hizo, y lo que parecía imposible, pasó: respetaron la esencia. Con Ricardo Darín a la cabeza como Juan Salvo, y una producción que supo entender que este relato no se trata de solo de aliens, sino de humanidad, resistencia y memoria. Bruno Stagnaro —el director de Okupas— estuvo al mando y su visión no solo aportó peso dramático, sino una lectura política y social que atraviesa todo el relato.
El Eternauta cuenta la historia de Juan Salvo, un hombre común que, junto a su familia y un pequeño grupo de vecinos, intenta sobrevivir en una Buenos Aires cubierta por una nevada mortal que marca el comienzo de una invasión alienígena. El enemigo es invisible al principio, pero luego aparecen criaturas monstruosas, ejércitos manipulados y una amenaza que se multiplica. Lo que arranca como una historia de encierro se transforma en una épica de resistencia, donde cada decisión puede costar la vida, y la única salida es colaborar, organizarse y no perder la humanidad en medio del desastre. El inicio con la partida de truco en la casa de Favalli, es sacado directamente desde la viñeta a la pantalla, una muestra magistral de lo que puede hacer el cine argentino.
La serie, compuesta por seis episodios, comenzó a filmarse durante la pandemia. Había un velo de misterio en toda la producción, como si de un verdadero plan de invasión se tratara. Y este 30 de abril por la madrugada llegó a la plataforma como si fuera esa nevada tóxica de la historia original: silenciosa, inesperada y devastadora. En pocos días se convirtió en el estreno número 1 de Netflix a nivel mundial. Figuras como Hideo Kojima —creador de Metal Gear y Death Stranding— elogiaron la serie, y por primera vez en mucho tiempo nos pusieron en el mapa audiovisual global. Si bien veníamos del impacto de Cuando Acecha la Maldad de Demian Rugna, El Eternauta rompió con ese prejuicio de que en Argentina no se puede hacer ciencia ficción.

Con un presupuesto total de 15 millones de dólares, la serie logró un impacto visual digno de producciones como The Walking Dead o The Last of Us. Pero a diferencia de esas, esta se hizo acá, con nuestro dialecto, nuestras calles, nuestros códigos. Ver la General Paz destruida y desolada nos remite a Rick Grimes entrando a Atlanta, pero esta vez mejor, porque es nuestra. Porque Juan Salvo es nuestro, y eso no hay producción extranjera que lo pueda tocar.

Cuando Bruno Stagnaro eligió a Darín, muchos puristas del cómic pensaron que no era la mejor elección: Juan Salvo tiene alrededor de 40 años en la historieta y Darín está más grande. Pero su interpretación es brillante. El agregado de que sea un veterano de Malvinas nos toca una fibra muy argentina y le da una identidad potente. También hubo dudas sobre trasladar la historia de 1957 a la actualidad, sacándola de su contexto original. Pero fue otro gran acierto: se mantuvieron los pilares de la obra de Oesterheld. —el enemigo invisible, la cooperación colectiva ante una amenaza inminente— y se les dio una forma nueva y potente.
El tono postapocalíptico está muy bien trabajado: la supervivencia, la desconfianza, el miedo al otro, incluso cuando ese otro era antes tu amigo. Todo eso se ve reflejado de manera magistral en uno de los mejores personajes secundarios: Alfredo “el Tano” Favalli, el ingeniero electrónico que parece haber nacido preparado para esto (como todo buen estudiante de colegio técnico, yo también). El uruguayo César Troncoso hace una interpretación sublime, directamente salida del cómic, tanto en lo estético como en lo actoral. Tiene un aire a Pedro Pascal, pero más del Río de la Plata que de Hollywood (si, ya sabemos que Pedrito es vecino nuestro tras la cordillera).
El Eternauta no solo respeta la obra de Héctor Germán Oesterheld: la honra. El espíritu original sigue presente, ese grito silencioso contra el autoritarismo, esa mirada profundamente humanista que entiende la ciencia ficción no como escapismo, sino como herramienta crítica. La historia de Salvo y sus compañeros no es una simple aventura: es un espejo. Un espejo de quienes somos y de cómo actuamos cuando todo se desmorona. Esta adaptación no borra la memoria del autor desaparecido, sino que la amplifica y le da una nueva vida, sin solemnidades, pero con un respeto visceral. El mensaje sigue intacto: nadie se salva solo.
La primera temporada de la serie ya está disponible en Netflix. Vayan a verla. Es una locura a nivel audiovisual. Y es nuestra, como el mate, el Truco y la bandera.